Holocausto y pandemia

Algunos desinformados han equiparado la actual pandemia causada por el CV-2 con el Holocausto. Un insulto a la memoria de las víctimas de la barbarie nazi.

Esta mañana en Israel sonaron las sirenas, que como todos los años desde 1959 anuncian la conmemoración de Yom Hashoah, el día en que los judíos en todo el mundo rendimos tributo a los seis millones de hombres, mujeres y niños que perecieron durante el Tercer Reich entre 1939 y 1945.

El Estado de Israel estableció esta conmemoración como una ley nacional que se cumple cada 27 de Nisan en el calendario hebreo, por lo que la fecha varía entre abril y mayo en el gregoriano.

Este país fue fundado en gran parte por los sobrevivientes de la Shoah, quienes llegaron acá huérfanos, viudos, enfermos, trastornados, porque no hay forma de describir el horror que enfrentaron en esos años, además de la pérdida de sus vidas anteriores, de sus familias, de sus pertenencias.

Yo crecí en la comunidad judía en Costa Rica, la que como otras en América Latina y en Estados Unidos, estuvo inicialmente conformada por sobrevivientes de la Shoah.

Mi familia directa también sufrió la pérdida de más de sesenta de sus miembros en esta hecatombe y quienes sobrevivieron cargaron con esa tristeza el resto de sus vidas; al igual que todos los demás se preguntaron infinitas veces por qué siguieron vivos y sus seres queridos no.

Una pregunta sin respuesta.

Este año a razón de la pandemia no hubo actos protocolarios, no se rindió tributo directo a los sobrevivientes que aun nos acompañan, la mayoría octogenarios, nonagenarios e incluso centenarios.

Algunos de ellos, tanto en Israel como en comunidades judías han sido víctimas mortales de esta epidemia, otros incluso se han podido recuperar.

Pero decir que esta crisis sanitaria que hoy consume al mundo es un holocausto, es una absoluta aberración. A menos que los coronavirus sean un régimen despiadado, racista y asesino, no existe manera alguna de hacer semejante interpretación.

El nazismo logró calar en las mentes y almas de una sociedad debilitada por la derrota de la Primera Guerra Mundial y una recesión que estaba empujando a grandes sectores de la sociedad a la miseria.

El nazismo encontró tierra fértil en que sembrar odio y crueldad inconmensurables. Una de sus teorías más terribles consistió en decir que los judíos eran una raza, y no una religión como se había entendido hasta ese momento.

Ojo que esta consideración del judaísmo como religión fue la principal fuente de odio ancestral, persecuciones y asesinatos que vivieron la comunidades judías europeas durante siglos, la mayoría promovidas por las iglesias católicas.

Pero el nazismo agregó un elemento nuevo y mortífero que le permitió perseguir a los judíos alemanes y a todos los de las naciones que fueron dominadas por este régimen durante las Segunda Guerra Mundial.

Debemos recordar que las teorías eugenésicas proponían una purificación racial desde finales del siglo XIX y fueron puestas en práctica en países como Estados Unidos, donde se realizaron miles de esterilizaciones a jóvenes inmigrantes de Europa sin su consentimiento, con el aval de científicos y médicos que temían la «contaminación» de los llamados americanos, toda una barbaridad.

También en la Alemania nazi se llevaron a cabo casi medio millón de esterilizaciones y también miles de asesinatos de personas discapacitadas. Pero a los judíos simplemente se los exterminó bajo la falacia aceptada de que eramos una raza inferior que amenazaba a los arios .

Primero con golpizas, quemas de sinagogas con cientos de personas adentro; luego con ejecuciones masivas dándole balazos en la nuca para que desnudos cayeran en fosas comunes, apilados unos sobre otros, miles incluso fueron enterrados vivos.

Luego vinieron las marchas forzadas de días bajo el frío y sin comida donde el que no resistía era asesinado.

Pero eso no fue suficiente y a partir de 1942 se implementó la llamada Solución Final, durante la cual millones de judíos, junto con gitanos, presos políticos, homosexuales y otros grupos opositores al Reich fueron confinados en campos de trabajo forzado o cremados en los hornos de los campos de exterminio.

Auschwitz, Bergen.Belsen, Dachau, son nombres terroríficos que resuenan hoy en la memoria colectiva, pero se construyeron más de 4 000 campos durante esa etapa del nazismo.

En 1933 Europa contaba con nueve millones de judíos, para 1945 habían muerto seis millones, uno de cada dos judíos, y de estos casi dos millones de niños. El pueblo judío quedó destrozado.

Por eso y con un mea culpa colectivo al no haber hecho nada para rescatar a las víctimas, a pesar de conocer la existencia de los campos de exterminio desde 1942, la naciente Naciones Unidas aprobó la fundación del Estado judío en nuestra tierra ancestral en 1947. Cuando el último soldado británico abandonó la denominada Palestina desde el imperio romano, el 14 de mayo de 1948, surgió el Estado de Israel.

Los judíos somos un pueblo resistente y resilente, como demostraron los sobrevivientes de la Shoah, que contra todo pronóstico lograron llegar a esta tierra burlando los controles británicos antes de esa fecha, y con apenas dos años de su liberación en los campos de exterminio o trabajo forzado, tomaron añejos fusiles para enfrentar a cinco naciones árabes, que no aceptaron la creación de nuestro Estado.

Hoy los sobrevivientes israelíes, que forjaron este país en su juventud, están confinados en sus casas u hogares de ancianos, acatando las restricciones que buscan protegerlos al máximo de esta pandemia.

Estos hombres y mujeres han sido valientes, fuertes y luchadores toda su vida. Merecen todo nuestro respeto y consideración.

Nadie tiene derecho a comparar las muertes causadas por un virus aunque se trate de lamentables y dolorosas pérdidas, con los horrores de la Shoah.

Hacerlo es insultar la memoria de quienes murieron e irrespetar a quienes sobrevivieron.

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