Ojo por ojo

“Ojo por ojo” fue su máxima para liquidar a los ejecutores. Y no había en sus palabras el más mínimo arrepentimiento.

Por  las calles bastantes solitarias de esa aldea polaca, de pocos habitantes que al parecer se conocen entre sí, y más allá de eso pueden seguir las huellas de sus familias varias generaciones atrás, camina este hombre mayor que no se distingue de los otros pobladores de su edad.

Tiene 85 años y se ve más joven aunque se nota que carga un peso grande en su espalda. Va recorriendo distintos lugares de la aldea y se saluda amablemente con quienes lo recuerdan, aunque no lo ven hace más de 60 años.

No está solo, lo siguen sus dos hijos al lado o a corta distancia mientras él les va contando lo que nunca les quiso decir. Van por las callejuelas, entran en el bosque, incluso a un supermercado con una vieja puerta desde donde puede divisar el terreno que ocupaba la casa familiar, que dejó hace demasiados años pero nunca olvidó.

Está ahí con una misión. Quiere contarles a sus hijos cómo era su vida antes de 1939 y todos los acontecimientos que se sucedieron en una vorágine de pesadillas que hasta hoy lo acompañan.

Hasta ese momento, la aldea era tranquila y las personas convivían de forma pacífica. Su familia era judía pero se relacionaban con sus vecinos y él tenía compañeros y amigos católicos. Pero la invasión alemana de Polonia lo cambió todo, absolutamente todo y para siempre.

Dos policías polacos mataron a su padre y a su hermano a sangre fría. Desde un escondite pudo ver el asesinato de sus seres amados y reconocer los rostros de quienes cometieron ese atroz crimen excusados en el antisemitismo que emergió violentamente a partir de 1939.

A partir de ese momento él se hizo cargo de sostener a su madre y hermanos pequeños, pero ella, temiendo lo peor, lo obligó a que  huyera al bosque y no regresara bajo ninguna circunstancia.

Tenía 13 años cuando se adentró en el más absoluto miedo. Resguardado por la oscuridad de los árboles, subsistiendo apenas al frío, la humedad y el acecho de animales, vivía en constante vigilia temiendo ser capturado por los nazis o sus colaboradores.

 Ahí, en ese bosque apacible de estos días les contó a sus hijos cómo le quitaba abrigos y zapatos a los cadáveres que aparecían como parte de las ejecuciones, y cómo sobrevivió apenas durante casi dos años comiendo frutas silvestres.

En ese tiempo el resto de su familia fue asesinada, pero esto lo supo años después. Mientras tanto se trataba de sobrevivir como fuera posible y al adentrase en el bosque se integró a un grupo partisano ruso con el que participó en redadas para ejecutar a los soldados alemanes y colaboracionistas que encontraban. No tenía 15 años y ya había sido parte de pelotones de ajusticiamiento porque como él contó: “los partisanos no tomaban rehenes”.

Luego se incorporó al ejército Rojo y terminó peleando la guerra como parte de este, liberando distintos lugares incluso Stalingrado.

Finalmente en 1946 volvió a su aldea. Tenía 18 años y de su vida anterior no quedaba nada.

A él también trataron de matarlo en su aldea y aunque salió ileso le quedó claro que ese ya no era su mundo. Sin embargo, no se fue porque tenía una misión.

De alguna manera logró conocer los nombres de quienes mataron a su madre y hermanos, ya sabía quiénes eran los asesinos de su padre y hermano.

Así, con mucha astucia y paciencia persiguió a los involucrados en el asesinato de su familia y los ejecutó uno por uno.

Luego de cumplida su misión se estableció en Israel donde se casó y formó su familia.

Sus hijos, que acompañaron al padre de 85 años en este viaje sin tener idea de lo que se trataba, quedaron atónitos al escuchar el final de esta historia. Pero para él, era más que necesario hablar de esto con sus hijos, en el ocaso de su vida y como sobreviviente de la Shoah.

“Ahora saben quién soy”, les dijo.

Este fue el documental que alcancé a ver anoche, cuando iniciaba en Israel la conmemoración de Yom Hashoa, Día del Holocausto, fecha dolorosa en que los judíos rememoramos el levantamiento del gueto de Varsovia, para rendir homenaje al heroísmo de quienes lucharon contra los nazis en total desventaja, hasta la aniquilación de la mayoría en el sitio o en campos concentración. El documental nos llevó por todos estos sitios de la apacible aldea en estos tiempos pero mientras los ojos veían campo y apacibilidad la mente y el corazón solo veían sangre.

La historia de este octogenario puede ser juzgada de muchas maneras, yo no la juzgo del todo. Casi 10 000 judíos que sobrevivieron la Shoah fueron asesinados al regresar a sus pueblos y ciudades donde les arrebataron sus bienes e historias personales.

Cargar con el peso de los por qué y las pérdidas acompaña hasta hoy a quienes sobrevivieron la Shoah y no ha sido nada fácil, en muchos casos condujo a serios trastornos mentales y suicidios.

Más de seis millones de judíos fueron asesinados entre 1939 y 1945 sin que mayoritariamente se hiciera un esfuerzo para salvarlos de su terrible destino. Por todos ellos: Nunca jamás.

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